Sep. 11, 2024 7:07 am

El discurso de Michelle Obama en la Convención Nacional Demócrata fue un espectáculo divisivo y racista que ignoró los verdaderos problemas que enfrentan los negros estadounidenses hoy en día.

Como ex primera dama y nativa de Chicago, tuvo la oportunidad perfecta para abordar los verdaderos problemas que afectan a los negros estadounidenses: el crimen, la violencia y los efectos devastadores de la inmigración ilegal.

En cambio, avivó las llamas de la animosidad racial, ofreciendo nada más que lugares comunes huecos y un peligroso sentimiento antiblanco.


Para aumentar el descontento, una mujer negra de Chicago publicó un TikTok apoyando las próximas protestas de la Convención Nacional Demócrata. Expresó su frustración por los venezolanos que son abandonados, lo que provocó un aumento de la delincuencia y una sensación de traición por parte del gobierno. Enfatizó que los afroamericanos tienen su propia lucha, que no se alinea con la agenda del DNC. También señaló que ocho organizaciones tienen planificado protestar, destacando la creciente división entre el Partido Demócrata y la comunidad negra.


Chicago, la ciudad de donde proviene Michelle Obama, es una zona de guerra. La violencia con armas de fuego está destrozando a las comunidades negras, y hay niños que son asesinados a tiros en sus vecindarios. Estos no son incidentes aislados; son el trágico resultado de políticas demócratas fallidas que priorizan los derechos de los criminales sobre la seguridad de la comunidad.

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Los afroamericanos están hartos de ser utilizados como peones políticos por un partido que promueve una agenda radical sobre su seguridad. La flagrante antiblancura de Michelle Obama fue un intento transparente de unir a los votantes negros dividiendo a Estados Unidos en líneas raciales. Pero esta táctica está perdiendo eficacia. La verdadera amenaza para nuestras comunidades no es el racismo sistémico, sino el crimen y la violencia que los demócratas se niegan a abordar.

Los estadounidenses merecen algo mejor. Merecen líderes que se opongan a la anarquía que destruye sus comunidades, no a quienes explotan su dolor para obtener beneficios políticos. El discurso de Michelle Obama fue una vergüenza: un intento cínico de sembrar división y odio mientras ignoraba los problemas reales que matan a los estadounidenses negros todos los días.

Se acabó el tiempo de la adulación y la provocación racial. Es hora de un liderazgo real que ponga en primer lugar la seguridad de los ciudadanos estadounidenses. Michelle Obama tuvo la oportunidad de ser esa líder, de usar su plataforma para denunciar la violencia y el caos en su propio patio trasero. En cambio, eligió el camino de menor resistencia, el camino de la división racial. Y por eso, merece ser condenada.

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