Oct. 12, 2024 11:42 am

No hace mucho que nos dejó D. Pablo Eduardo Victoria Wilches, el brillante español americano que, entre otros talentos, fue filósofo, economista, político e historiador, encarnando los grandes arquetipos de nuestro pasado que, desde finales del siglo XV hasta principios del XIX, cambiaron el mundo para siempre.

Acaso por y para él estaban hechos los lemas de la Monarquía Hispánica, esto es, “Plus Ultra” (“mucho más allá”) y “Utraque unum” (“ambos son uno”), sellando las míticas columnas de Hércules como continua evocación de la antigüedad y las posibilidades de nuestra civilización.

Exiliado de su Colombia natal y adorada en aquellos duros años, encontró en España un nuevo hogar, conjugando ambos mundos y sabiendo abrir puertas de nuestra historia que supusieron un arrebato de aire fresco y unas herramientas eficaces para conocernos y comprendernos mejor ante doscientos años de soledad.

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“Nuevo hogar” relativamente, porque si alguien nos demostró lo mucho que tenemos en común y que España nunca se fue de América y que América siempre estuvo en España, fue él a través de su vida y obra.

Hay un antes y un después de D. Pablo, pues fue un gran ariete para que recuperemos nuestra historia, una historia universal que, a fuerza de compartida, vale la pena conocer y reivindicar.

Gracias a Don Pablo, se conoció y reconoció como se debe la figura de Blas de Lezo, el heroico almirante que derrotó el intento de invasión de Cartagena de Indias, humillando a Inglaterra y sus colonias en pleno siglo XVIII.

Hablando de ese siglo XVIII tan dinámico y brillante para la Monarquía Católica, D. Pablo también fue artífice del reconocimiento de Bernardo de Gálvez y la contribución hispánica al nacimiento de los Estados Unidos.

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Por supuesto, Pablo Victoria no se amilanó frente a la leyenda negra de la conquista ni frente a la leyenda rosa de las secesiones, hablando a las claras y a las bravas, con argumentos y documentos, tanto a los indigenistas como a los idólatras de Bolívar y compañía.

Empero, si algo va quedando claro al cabo de los años, es que la Leyenda Negra es un problema fundamentalmente nuestro. Por más que haya extranjeros de todo pelaje empeñados en denigrarnos, lo peligroso del asunto es que los españoles lo hemos asumido cual dogma, tal y como D. Pablo nos advirtió; al mismo tiempo que también advertía que los más perjudicados por el indigenismo no iban a ser los españoles, sino los criollos. Y por desgracia, en esos círculos viciosos seguimos.

Con todo, la extensa e interesantísima obra de D. Pablo ha sido creada con el fondo y la forma de una prosa elegante y poética, siendo que, si Marcelino Menéndez y Pelayo y Miguel de Unamuno calificaron a Joaquim Pedro de Oliveira Martins como “el historiador más artista de la Península”, yo espero que Pablo Victoria sea considerado –entre otros- como el historiador más artista de nuestra América. Y es que no en vano, nuestro autor fue heredero de la potencia literaria colombiana, tan ponderada entre nombres como Jorge Isaacs, Julio Arboleda Pombo, José Eustasio Rivera, Álvaro Mutis y Gabriel García Márquez, entre otros; que tanto lustre han añadido a nuestra lengua común.

Dice nuestro refranero que de biennacidos es ser agradecidos. Así, desde Alaska a la Tierra del Fuego, así como en la España europea, mucho agradecimiento le debemos a los libros y las conferencias de Pablo Victoria. Sus enseñanzas ya entraron en la inmortalidad.

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Que su memoria nos ayude hacia el futuro, porque si bien falta nos hace, su testimonio de buen combate siempre deja lugar para la esperanza.

 

 

 

 

1 comentario en «Pablo Victoria, el gran español americano del que tanto aprendimos y al que tanto debemos»

  1. Magnífico artículo de Antonio Moreno. Ya echamos de menos a Pablo Victoria, su claridad intelectual, su valentía al hablar sin tapujos y su profundo conocimiento.

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