Oct. 12, 2024 9:44 am

La llegada de Claudia Sheinbaum al poder ha sido acompañada de un fuerte simbolismo, pero no precisamente el que la mayoría de los mexicanos esperaban.

Sheinbaum de ascendencia judía, creció en un hogar secular, aunque según ella, no practica activamente en su religión ya que se autoproclamada atea y no creyente; sorprendió al país al participar en un ritual indígena de «limpia» en su primer acto oficial.

Este evento es una falta de respeto hacia el país, ya que los católicos que conforman el 77.7% de la población mexicana, este tipo de actos son un ataque directo a los valores cristianos que deberían guiar a la nación.

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El acto en sí, un ritual de «limpia» con ramas y la invocación de la «madre tierra», resultó incomprensible para muchos, sobre todo cuando la presidente Sheinbaum no pertenece a ninguna etnia indígena ni ha demostrado ser practicante de estas creencias ancestrales.

¿Por qué entonces realizar un acto tan específico y simbólico en un país donde la mayoría de la población profesa la fe católica? La respuesta parece estar en el populismo de su gobierno, una estrategia ya conocida que utiliza símbolos indígenas para intentar conectar con el pueblo, siguiendo la línea de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador.

Si bien no debería sorprender que un líder político acuda a ritos o ceremonias religiosas, el caso de Sheinbaum se presta a la crítica, ya que el Estado laico prohíbe la promoción de cualquier creencia religiosa en actos oficiales.

De hecho, si este acto hubiera sido una misa católica o un evento cristiano, la reacción de la izquierda radical habría sido feroz. Sin embargo, al tratarse de un rito indígena, las críticas son prácticamente inexistentes.

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En un país donde el catolicismo es la religión predominante, con más de 97 millones de católicos, resulta preocupante que la primera mandataria del país elija iniciar su gobierno con un ritual que no representa ni a la mayoría ni a su propia identidad.

Esto pone en tela de juicio su verdadero compromiso con la nación y su respeto por la mayoría católica, lo que debería ser un pilar en su gobierno.

¿Cómo puede un líder gobernar con equidad si ignora las creencias de la mayor parte de su pueblo en actos tan cruciales como su toma de poder?

En el fondo, este tipo de actos parecen más orientados a consolidar una imagen de líder «del pueblo», más que a gobernar con seriedad y respeto por las instituciones y las creencias mayoritarias.

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La hipocresía de la izquierda mexicana se evidencia en la ausencia de críticas hacia este tipo de actos. Si un político de derecha o un líder católico hubiera realizado una ceremonia religiosa en su toma de posesión, las voces radicales habrían levantado una tormenta de críticas en defensa del Estado laico.

Sin embargo, al tratarse de un ritual indígena, el silencio es ensordecedor. Esta doble vara en la crítica refleja una clara incoherencia en el discurso de la izquierda, que se acomoda según convenga a sus intereses ideológicos.

La función de un presidente debería ser representar a todos los ciudadanos, respetando las creencias y costumbres de cada uno. En el caso de Sheinbaum, su actuar desde el primer día ha generado divisiones y suspicacias, lo cual desde el inicio del sexenio de su antecesor AMLO ha sido objetivo: DIVIDIR LA POBLACIÓN MEXICANA, ahora ella lo va a seguir haciendo.

La hipocresía de esta mujer es increíble, tratando de llegar al sentimentalismo del pobre, igual que AMLO, es hasta incomodo ver sus videos:

Sin dudarlo ella está a favor de las políticas de AMLO, siempre ha demostrado su apoyo y admiración hacia él, no hay duda que en el fondo no hubo cambio de presidente, nada mas de “mono” pero seguirá siendo lo mismo… o tal vez peor.

Su cercanía con el legado de López Obrador asegurará la continuidad de una política de populismo zurdo, donde lo simbólico predomina sobre las verdaderas soluciones a los problemas del país.

Como católicos, debemos cuestionar y exigir un gobierno que respete nuestra fe y que, en lugar de caer en ritos de brujería o prácticas alejadas de las creencias mayoritarias, se enfoque en resolver los verdaderos problemas que enfrenta el país: la violencia, la pobreza, y la corrupción.

México no necesita más gestos simbólicos ni rituales mágicos; necesita líderes comprometidos con los valores de Dios, la patria y la familia. Es tiempo de reflexionar profundamente sobre el rumbo que queremos para nuestra nación y exigir un liderazgo que verdaderamente respete y defienda los valores cristianos que han sido el pilar de nuestra identidad nacional por siglos.

¡¡¡México necesita líderes que respeten a su gente, sus verdaderas tradiciones y a sus valores hispanos!!!

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